jueves, 1 de noviembre de 2018

Nuestra lactancia con Anna

Han pasado más de 18 meses hasta que he podido escribir sobre los inicios de nuestra lactancia, fue y ha sido duro por varias razones, pero estos baches al final han sido positivos, me han permitido creer en mí misma y empoderarme como madre, algo que no pasó por mí cabeza hasta que me convertí en mamá. 


Como a muchas otras mamás seguro, mi parto no fue lo esperado, desinformación por mi parte, ignorancia, no se, pero de lo que yo esperaba a lo que fue, distó mucho. Anna nació fruto de una cesárea el 26 de marzo de 2017, gritando y diciéndole al mundo entero que había llegado para dar guerra. Su peso fue normal, 3035gr y una altura de 48,5cm.


Imagino que otra vez fruto de la inexperiencia, de haber salido de una operación (y no sólo de un parto) y de la mezcla de hormonas, Anna tuvo problemas para engancharse al pecho (aunque viendo vídeos vi que se enganchó rápidamente la primera vez puesto que pudimos hacer piel con piel, eso era sagrado para mí y, por suerte, se respetó). La verdad que tengo recuerdos difusos al respecto y se me entelan los ojos de una fina capa de lágrimas cuando pienso en ello, pero Anna perdió peso en el hospital, más del que consideran los especialistas normal, y se fue a casa con poco más de 2,500kg. De profesionales en el hospital encontré de todo, gente muy maja y amable, y gente que quería solucionar rápido el problema, con la cuál cosa antes de salir Anna ya tomó una dosis de leche artificial. Y ahí me siento culpable por no haber dicho no, pero me excusó de nuevo en la inexperiencia de todo lo que la maternidad conlleva y en haber confiado más en los profesionales que en mi instinto. Esa misma enfermera, que no comadrona, estuvo a punto de darle el chupete, por suerte Anna se durmió y nunca lo ha querido. Con esto no quiero estigmatizar la leche artificial ni los chupetes, simplemente hacer énfasis en que lo importante aquí es lo que su padre y yo queríamos para Anna, porque creíamos que era la mejor opción para todos, para ella y para nosotros. No me malinterpretéis porque no es mi intención.

También salí del hospital con pezoneras, Anna se enganchaba “perfectamente” al pezón derecho y podía ser que el pezón izquierdo no sobresaliera tanto, pero no estaba invertido. Así que en el momento que Anna usó las pezoneras, no quiso saber nada de comer directamente del pezón. Pero bueno, como mínimo comía y lo hacía de mí (su) leche. En este sentido encontré mucho apoyo de las enfermeras, comadronas y pediatras de la seguridad social, que apoyaban la lactancia materna y me animaban a no desistir y a continuar aunque estuviéramos dando un suplemento de 20/30ml de leche artificial. Había oído gente que hacía lactancia mixta y no les iba mal pero, ojo, es una arma de doble filo y hay que tenerlo claro. Contra más leche artificial toma el bebé, más deja de producir el pecho porque piensa que ya no necesita tanta cantidad y, al final, es un pez que se muerde la cola.
Bueno, continuo, tanta era mi inseguridad (y la de mi pareja) que, como tenia un seguro privado para Anna, decidimos llevarla a otro pediatra para tener una segunda opinión, más o menos al mes (Anna seguía por debajo del percentil 3 y eso asustaba, sí, los percentiles hacen eso). ¡Error! Salí llorando de la consulta. La opinión de este profesional es que la niña debería haber recuperado el peso del nacimiento a los 15 días (tenía aproximadamente un mes) y que, por tanto, tenía que ofrecerle un pecho 15 minutos, otro pecho 15 minutos y luego darle un biberón de 120ml creo que me dijo… deje de escucharlo y creo que vio mi reacción porque le dijo a mi pareja que no pasaba nada por alimentarla de leche artificial, que seguro que su madre le había dado biberón (a lo que él contestó que no) y luego se dirigió a mí y me dijo lo mismo (a lo que contesté que no, tampoco). Ojalá hubiese estado mi madre o mi suegra allí para haberle dicho cuatro cosas a ese señor, de tratar a una madre primeriza, a una puérpera, así, de desanimarla… me dijo que ya sabía que era mi ilusión darle el pecho a la niña… ¿qué ilusión? ¿A caso alimentar a un bebé es la ilusión de alguien? Me da rabia porque me desestabilizó y desestabilizó a mi entorno, que poco a poco confiaban menos en mí, en mi poder como madre de alimentar a mi hija. Pero saqué fuerzas y no se de dónde. Gracias a un equipo de personas que se han reciclado, que creen en las madres, en la lactancia materna y que me ayudaron y mucho (aunque quizás no fueran ni conscientes), a los grupos de lactancia, a amigas que me apoyaron y me escucharon, a mi pareja y a mi familia (porque siempre estuvieron allí), Anna pudo dejar el suplemento, las pezoneras y ahora es una niña feliz que, en su momento, tuvo unas piernas rollizas y escuchó algún: que gordita está ésta niña.



Un final feliz por suerte. Siempre digo que cuando me vuelva a quedar embarazada va a arder Troya, porque voy a ser la dueña de mi embarazo, de mi parto y de mi maternidad.

Este post ha nacido de la maravillosa iniciativa de @lluviadelove con #lasonrisademamalisa, que en su quinta edición escogió esta preciosa foto de Anna tomando el pecho y la llevo a la ilustración. En su blog os habla de temas relacionados con la maternidad, la crianza y tiene un libro precioso que estoy deseando leer, no os lo perdáis: www.lluviadelove.com/es/   
Gracias por este dibujo tan bonito y gracias por poner palabras a sentimientos que a veces nos cuesta explicar. ¡Mil gracias!


Aida


P.S.: Por favor, no uses las fotografias sin mi permiso.