Han pasado más de 18 meses hasta que
he podido escribir sobre los inicios de nuestra lactancia, fue y ha sido duro
por varias razones, pero estos baches al final han sido positivos, me han
permitido creer en mí misma y empoderarme como madre, algo que no pasó por mí
cabeza hasta que me convertí en mamá.
Como a muchas otras mamás seguro, mi
parto no fue lo esperado, desinformación por mi parte, ignorancia, no se, pero
de lo que yo esperaba a lo que fue, distó mucho. Anna nació fruto de una
cesárea el 26 de marzo de 2017, gritando y diciéndole al mundo entero que había
llegado para dar guerra. Su peso fue normal, 3035gr y una altura de 48,5cm.
Imagino que otra vez fruto de la
inexperiencia, de haber salido de una operación (y no sólo de un parto) y de la
mezcla de hormonas, Anna tuvo problemas para engancharse al pecho (aunque
viendo vídeos vi que se enganchó rápidamente la primera vez puesto que pudimos
hacer piel con piel, eso era sagrado para mí y, por suerte, se respetó). La
verdad que tengo recuerdos difusos al respecto y se me entelan los ojos de una
fina capa de lágrimas cuando pienso en ello, pero Anna perdió peso en el
hospital, más del que consideran los especialistas normal, y se fue a casa con
poco más de 2,500kg. De profesionales en el hospital encontré de todo, gente
muy maja y amable, y gente que quería solucionar rápido el problema, con la
cuál cosa antes de salir Anna ya tomó una dosis de leche artificial. Y ahí me
siento culpable por no haber dicho no, pero me excusó de nuevo en la inexperiencia
de todo lo que la maternidad conlleva y en haber confiado más en los
profesionales que en mi instinto. Esa misma enfermera, que no comadrona, estuvo
a punto de darle el chupete, por suerte Anna se durmió y nunca lo ha querido.
Con esto no quiero estigmatizar la leche artificial ni los chupetes,
simplemente hacer énfasis en que lo importante aquí es lo que su padre y yo
queríamos para Anna, porque creíamos que era la mejor opción para todos, para
ella y para nosotros. No me malinterpretéis porque no es mi intención.
También salí del hospital con
pezoneras, Anna se enganchaba “perfectamente” al pezón derecho y podía ser que
el pezón izquierdo no sobresaliera tanto, pero no estaba invertido. Así que en
el momento que Anna usó las pezoneras, no quiso saber nada de comer directamente
del pezón. Pero bueno, como mínimo comía y lo hacía de mí (su) leche. En este
sentido encontré mucho apoyo de las enfermeras, comadronas y pediatras de la seguridad
social, que apoyaban la lactancia materna y me animaban a no desistir y a
continuar aunque estuviéramos dando un suplemento de 20/30ml de leche artificial.
Había oído gente que hacía lactancia mixta y no les iba mal pero, ojo, es una
arma de doble filo y hay que tenerlo claro. Contra más leche artificial toma el
bebé, más deja de producir el pecho porque piensa que ya no necesita tanta
cantidad y, al final, es un pez que se muerde la cola.
Bueno, continuo, tanta era mi inseguridad
(y la de mi pareja) que, como tenia un seguro privado para Anna, decidimos
llevarla a otro pediatra para tener una segunda opinión, más o menos al mes
(Anna seguía por debajo del percentil 3 y eso asustaba, sí, los percentiles
hacen eso). ¡Error! Salí llorando de la consulta. La opinión de este
profesional es que la niña debería haber recuperado el peso del nacimiento a
los 15 días (tenía aproximadamente un mes) y que, por tanto, tenía que
ofrecerle un pecho 15 minutos, otro pecho 15 minutos y luego darle un biberón
de 120ml creo que me dijo… deje de escucharlo y creo que vio mi reacción porque
le dijo a mi pareja que no pasaba nada por alimentarla de leche artificial, que
seguro que su madre le había dado biberón (a lo que él contestó que no) y luego
se dirigió a mí y me dijo lo mismo (a lo que contesté que no, tampoco). Ojalá
hubiese estado mi madre o mi suegra allí para haberle dicho cuatro cosas a ese
señor, de tratar a una madre primeriza, a una puérpera, así, de desanimarla… me
dijo que ya sabía que era mi ilusión darle el pecho a la niña… ¿qué ilusión? ¿A
caso alimentar a un bebé es la ilusión de alguien? Me da rabia porque me
desestabilizó y desestabilizó a mi entorno, que poco a poco confiaban menos en
mí, en mi poder como madre de alimentar a mi hija. Pero saqué fuerzas y no se
de dónde. Gracias a un equipo de personas que se han reciclado, que creen en
las madres, en la lactancia materna y que me ayudaron y mucho (aunque quizás no
fueran ni conscientes), a los grupos de lactancia, a amigas que me apoyaron y
me escucharon, a mi pareja y a mi familia (porque siempre estuvieron allí),
Anna pudo dejar el suplemento, las pezoneras y ahora es una niña feliz que, en
su momento, tuvo unas piernas rollizas y escuchó algún: que gordita está ésta
niña.
Un final feliz por suerte. Siempre
digo que cuando me vuelva a quedar embarazada va a arder Troya, porque voy a
ser la dueña de mi embarazo, de mi parto y de mi maternidad.
Este post ha nacido de la maravillosa iniciativa de @lluviadelove con #lasonrisademamalisa, que en su quinta edición escogió esta preciosa foto de Anna tomando el pecho y la llevo a la ilustración. En su blog os habla de temas relacionados con la maternidad, la crianza y tiene un libro precioso que estoy deseando leer, no os lo perdáis: www.lluviadelove.com/es/
Gracias por este dibujo tan bonito y gracias por poner palabras a sentimientos que a veces nos cuesta explicar. ¡Mil gracias!
Gracias por este dibujo tan bonito y gracias por poner palabras a sentimientos que a veces nos cuesta explicar. ¡Mil gracias!
Aida
P.S.: Por favor, no uses las fotografias sin mi permiso.