viernes, 26 de enero de 2018

El nacimiento de Anna - 26/03/2017

Me gustaría empezar a explicar esta historia desde el principio, porque creo que tiene hasta un toque de humor...

El sábado 25/03/17 mi pareja y yo salimos a dar un paseo por el centro de la ciudad, Terrassa, y fuimos a comprar cuatro cosas al Mercado puesto que la siguiente semana yo salía de cuentas. Entonces estaba de 39 semanas y dos días. La verdad es que, dentro de la barriga y del malestar que ya en las últimas semanas ésta provoca, me encontraba bien. Cuando llegamos a casa mi chico me comentó que, puesto la hora que era, o comíamos o podíamos aprovechar que quizás no había mucha gente, para ir a comprar a Carrefour. Como no estaba muy hambrienta, decidimos ir a comprar.



Una vez llegamos a Carrefour, eso de que no había gente era una broma, estaba a reventar... Empezamos a comprar cosas y se me antojo sushi para cenar. Cuando solamente nos faltaban algunas cosas por echar al carro, me noté un poco mojada y se lo comenté a mi chico. Pero de golpe, sobre las 14 horas, un liquido empezó a bajar por mis piernas, dejando una marca en mis mallas. Había roto aguas, ¡ni más ni menos que en el Carrefour! :S

Nos fuimos directos a una de las cajeras, dejamos el carro lleno allí tal cuál (menuda gracia le haría al que tuvo que recogerlo y ponerlo todo en su sitio) puesto que obviamente estábamos en la otra punta de la salida sin compra y teníamos el coche en la zona opuesta y le dije a la cajera que si podíamos salir por ahi puesto que había roto aguas. La cajera se asustó un poco y le dije que tranquila, que salía de cuentas la semana próxima y que no estaba sola si no que iba con mi pareja. El carro se quedo allí, pero yo mandé a mi chico a buscar las palomitas de colores que habíamos comprado fuera. jajaja! Hasta en ese momento solo podia pensar en comida. :D

Al llegar al coche pensé que como me iba a sentar yo toda chorreando en el coche y mi pareja me trajo las alfombrillas del maletero para que me pudiera sentar sin empapar todo el asiento. Que momentos más amargos, entre los nervios y la sensación de ir toda mojada. Llegamos a casa y me dejó en el portal para ir a aparcar el coche y que yo pudiera ir duchándome. Entré como una bala sin saludar a unos vecinos que había, no quería preguntas ni dar explicaciones y necesitaba llegar a casa y sacarme esa ropa mojada. Comprobé que las aguas eran claras y no oscuras y me metí en la ducha.



Acabé de recoger cuatro cosas de mi maleta y la de Anna y nos fuimos. Entramos por Urgencias y al explicar mi estado me pasaron a un box y vinieron dos comadronas, una de ellas residente. Le entregué todos los papeles, analíticas y ecos de cada trimestre, y les expliqué mi situación. Había dado positivo en el cultivo del estreptococo del grupo B y era RH negativo. Además, otra de las maravillas que me dio el embarazo (modo ironic on) fue una variz que acabó en una tromboflebitis. Por ello mi pareja me estuvo pinchando heparina durante unas tres semanas (¿os he dicho ya que le tengo pánico a las agujas?) y había que tenerlo en cuenta durante el parto puesto que tenían que vendarme la pierna, como mínimo la de la variz.

Bueno la cuestión que la comadrona residente me tactó y tomó una muestra para verificar que había roto aguas. Y efectivamente, era líquido amniótico. Hicieron el papeleo pertinente y llamaron a mi ginecólogo, que había llevado todo el embarazo. La residente me puso la vía y tuvo bastantes problemas... (¿os he hablado de mi miedo a las agujas?), acabó en mi mano izquierda y recuerdo que me dijo que tenía la vía puesta en una vena torcida.... ¡Gracias por la info! Al tactarme me dijo que había tocado la cabeza de Anna y que estaba dilatada de 1cm. En éstas mi ginecólogo les dijo que me pusieran una tira de prostaglandina para acelerar o facilitar la dilatación, y eso hicieron. Ya cuando me iban a subir a planta, y me vino a buscar el camillero sobre las 18:30 horas, empezaba a encontrarme mal y no fui capaz de subir andando.

Una vez en mi habitación empezó la pesadilla. Empecé a encontrarme mal no, fatal, y no podia estar en la misma posición ni 30 segundos. Yo no quería epidural pero al día siguiente, pensándolo fríamente, hubiese preferido una directa en el ojo si hubiese sido necesario. Aguanté lo que puede y acabé llamando a las enfermeras, que llamaron a las comadronas. Me bajaron a un box, me tactaron (otra residente) y estaba de 3cm en algo menos de dos horas. No estaba teniendo contracciones pero si picos de contracciones que no me dejaban reposar entre ellas. Me pusieron calor en la espalda y conseguí calmarme...  Antes de volver a la habitación, la comadrona me recolocó la tira de prostaglandina.

Tengo que decir que la prostaglandina me revolvió el estomago y cada vez que iba al lavabo la tira estaba más salida, hasta que llamé de nuevo a la enfermera para decírselo. Ésta hablo con las comadronas que le dijeron que, o bien me la pusiera ella correctamente, o que yo la empujará para dentro. ¡Error! Esa noche no dormí pero la tira dejó de hacer efecto y excepto por alguna molestia, no tuve contracción alguna. Estuvieron toda la noche cada 4 horas administrándome antibiótico por el estreptococo, de ahí que entre los nervios y el malestar no durmiera nada.

A la mañana siguiente me dieron desayuno (¡error! porque si tenían que ponerme epidural podría acabar vomitando...) y me bajaron a sala de partos. Allí tuve la suerte de coincidir con la comadrona que habíamos tenido en el curso pre-parto, Graciela,  y cabe decir que se me iluminó la cara y el alma al verla. Rápidamente vino a verme y al hacerme el tacto... ¡Sorpresa! No había roto aguas, tenía solamente una fisura... ¡Ah! Eran las 10:30h y seguía dilatada de 3cm... Decidió ponerme oxcitocina para acelerar un poco la cosa y yo ahí pensé... te comes la epidural sí o sí. Pero cual fue la sorpresa que la oxitocina no me hacía efecto y al final resultó que la vía la tenía mal puesta. Así que pinchazo de nuevo (¿he nombrado mi terror hacía las agujas?) y en esas llegó mi ginecólogo. Él me tactó y me explico que Anna estaba, literalmente, flotando en la bolsa y nada colocada ni encajada. Y entonces nos dijo que podíamos estar así hasta las 3 de la mañana y que el no me aseguraba que me hubiese puesto de parto, que iba a estar muy cansada y que había posibilidad de que Anna sufriera (previamente habíamos hablado y él no era muy pro-cesáreas). No tuvo que decir más, a la comadrona no le hizo mucha gracia, ella hubiese preferido un parto vaginal pero no iba a plantearme una posibilidad donde mi hija pudiera sufrir. Así que mis peores temores se hicieron realidad y mi parto acabo en una cesárea. Rápidamente me prepararon, vino el anestesista y con él la temida epidural. La verdad es que ni me molestó, sinceramente, aunque al terminar me di cuenta que era un residente y su superior le dijo: mucho mejor que la vez anterior... ¡Qué alivio!



La verdad es que la experiencia fue curiosa y extraña a la vez. Notaba todo lo que me hacían pero no podía moverme. Ver a Anna fue mágico pero a la vez un poco estresante porque pedí hacer piel a piel (y corte tardío del cordón, que no pude ni controlar) y tenía muy poco espacio entre mi cabeza/cuello y la tela que tapaba lo que me estaban haciendo. El anestesista “jefe” me dijo que no me asustara, que los bebés nacidos por cesárea nos siempre lloraban al momento. Anna salió de mí gritando como si no hubiera un mañana, gritándole al mundo que ella ya estaba aquí. Al ponérmela encima gritaba y lloraba y se cogia a los tubos que tenía en mi nariz y a mis gafas. La pincharon encima mío y volvió a chillar. Pero yo notaba que se me resbalaba (tenía un brazo atado a la camilla) y, después de un rato sufriendo porque no le pasara nada, le dije a mi pareja que hiciera el piel a piel él. Ya había estado un rato encima mía, llevaba más rato encima que lo que habían tardado en abrirme. Aún paso un rato más y luego resultó que la matriz no volvía a su tamaño y que prefirieron esperar a que lo hiciera por sí misma para no provocarme unas hemorragias posteriores que me hubieran asustado.

Por fin puede ver de nuevo a mi pequeña, en el pecho de su papa, y ponérmela encima para que se cogiera al pecho. Fue un momento precioso pero también debo decir que me sentía extraña. Por la cesárea, por la angustia,... aunque al poco pude sentir la calma y el alivio de que mi princesa estaba perfectamente y ya con nosotros.

Y desde entonces han pasado 10 meses, los 10 meses más felices de mi vida. Amo a mi familia y no puedo ser más feliz, aún con los momentos de angustia, inexperiencia, tristeza post-parto y todas las cosas negativas que conlleva la maternidad, que se ven eclipsadas por todas las cosas positivas.

Que paséis un feliz fin de semana, yo he podido terminar este post después de 10 meses, ¡así que este finde a disfrutarlo!

P.S.: Las fotos se hicieron en el estudio de DiNozze, a pocos días de tener a Anna. De ahí mi cara de balleno, aunque a mi me parecen preciosas.

Aida

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